Adaptarse y vivir, dos palabritas con mucho significado para mi.
No creo en las recetas mágicas, perfectas y universales, pero sí creo que cada uno tenemos la receta perfecta para nosotros mismos, porque somos los que mejor nos conocemos. A veces lo único que nos hace falta es bucear un poco dentro de nosotros, y darnos la oportunidad de conocernos para valorarnos y aceptarlos. Reconocer nuestros errores, esos puntos débiles que a veces nos hacen derrapar, con las personas, o la vida en general. Y por otro lado, además, valorarnos y celebrar esas virtudes que todos tenemos, sea cual sea su procedencia. A veces es algo heredado, otras algo conseguido a base de mucho esfuerzo, y otras veces simplemente, ves que aprendiste de casualidad, porque eres capaz de buscar el sol cada mañana. Sin duda la adaptación y las ganas de vivir, son dos de mis recetas perfectas. Cada vez que he tenido que afrontar en mi vida episodios importantes, ellas han sido la grieta por la que entraba la luz, cuando he estado a punto de hundirme en la grieta de la esperanza, he encontrado la fuerza, y cuando he sentido que no iba a ser capaz de adaptarme, (quién se hace fácilmente con el hecho de dejar de conducir su propio coche, por ejemplo), por esa grieta volvía a entrar la luz. Y adaptarme a las nuevas situaciones me ha hecho crecer. A través de esos quiebros, he podido reinventarme y empezar de cero.
A veces me ayuda mirarme al espejo, sacarme una foto guay, ponerme una gafas de sol y sonreír a mi vecina. Siempre las ganas de pelear me han sacado de los baches, los que me conocen, los saben bien, siempre he sido un peleó