Qué es lo que el futuro nos depara, es uno de esas cosas que más estrés genera en las personas. Y cuando estás enfermo, ese pensamiento se multiplica hasta el infinito. Por las consecuencias que puede tener el futuro en uno mismo y en los que le rodean.

Esa duda ¿obedece a la educación que hemos recibido?, ¿obedece a la Sociedad del Bienestar?. Porque lo de tener todo controlado, y que nuestra vida siga una línea recta, sin sobresaltos, ni demasiadas emociones, y cumplir con “lo que toca” es algo tan instaurado que hasta creemos que es la mera felicidad, pero casi nunca lo es.

El futuro cuando lo ves desde esa perspectiva tan lineal, se convierte en el hermano díscolo de la familia y provoca una sensaciones muy negativas que no tienen solución. Porque la incertidumbre es la emoción por excelencia del futuro, y no vamos a poder evitarla, y a veces, duele.

Cuando estás enfermo, siempre hay una etapa en la que es inevitable plantearte eso de ¿qué será de mi en el futuro? o ¿y ahora qué me depara la vida? o ¿cómo va a evolucionar mi enfermedad?. Todas estas preguntas que son básicamente la incertidumbre misma, son complicadas, porque por mucho que nos hagamos esas preguntas nunca vamos a recibir la respuesta necesitada. 

Pues todas ellas desaparecen, en el momento en que asumes lo que tienes, y que nada ni nadie lo puede cambiar. En el momento mismo en que decides hacer cosas y despertarte cada mañana con una motivación.

Nos queda el presente, nos queda cada mañana al despertarnos, nos queda ese  día a día para disfrutar, nos queda un reto cada amanecer, sin pasado y sin futuro.